Prevención
La vacuna contra la hepatitis B es el principal
pilar de la prevención de esa enfermedad. La OMS recomienda que se administre a
todos los lactantes lo antes posible tras el nacimiento, preferentemente en las
primeras 24 horas. La baja incidencia actual de infección crónica por el VHB en
menores de 5 años es atribuible al uso generalizado de la vacuna contra la
hepatitis B.
La prevalencia mundial estimada de la infección por
el VHB en este grupo de edad era en 2015 de aproximadamente un 1,3%, en
comparación con alrededor de un 4,7% en la era anterior a la vacunación. La
dosis inicial deberá ir seguida de dos o tres dosis para completar la serie
primaria. En la mayoría de los casos se considera apropiada cualquiera de las
dos opciones siguientes:
·
tres
dosis de la vacuna; la primera (monovalente) al nacer, y las dos subsiguientes
(monovalentes o combinadas) al mismo tiempo que las dosis primera y tercera de
la vacuna contra la difteria, la tos ferina y el tétanos (DTP); o
·
cuatro
dosis de la vacuna; la primera (monovalente) al nacer, y las tres subsiguientes
(monovalentes o combinadas) al mismo tiempo que otras vacunas infantiles sistemáticas.
La serie completa de vacunas genera anticuerpos que
alcanzan niveles de protección superiores al 95% en lactantes, niños y adultos
jóvenes. La protección dura por lo menos 20 años, y probablemente toda la vida.
Por lo tanto, la OMS no recomienda dosis de refuerzo en las personas que hayan
recibido la serie completa de la vacuna en tres dosis.
En los países de endemicidad baja o intermedia se
debe vacunar a todos los niños y adolescentes menores de 18 años que no estén
vacunados. En esos entornos es posible que más personas de los grupos de alto
riesgo adquieran la infección, por lo que también deberían ser vacunadas. Esto
incluye a:
·
personas
que necesitan transfusiones frecuentes de sangre o productos sanguíneos,
pacientes sometidos a diálisis y receptores de trasplantes de órganos sólidos;
·
reclusos;
·
consumidores
de drogas inyectables;
·
parejas
sexuales o personas que conviven con pacientes con infección crónica por el
virus de la hepatitis B;
·
personas
con múltiples parejas sexuales;
·
personal
sanitario y otras personas que por su trabajo podrían estar expuestas al
contacto con sangre y productos sanguíneos; y
·
personas
que no hayan recibido la serie completa de vacunas contra la hepatitis B y
prevean viajar a zonas en las que la enfermedad sea endémica.
La vacuna tiene un excelente historial de seguridad
y eficacia. Desde 1982 se han administrado más de mil millones de dosis en todo
el mundo. En muchos países en los que entre un 8% y un 15% de los niños solían
infectarse de forma crónica con el virus de la hepatitis B, la vacunación ha
reducido esa tasa a menos del 1% entre los niños vacunados.
En 2015, la cobertura mundial con tres dosis de
vacuna llegó al 84%, y la cobertura mundial con la dosis al nacer fue del 39%.
Las Américas y el Pacífico Occidental son las únicas regiones de la OMS con una
amplia cobertura.
Por otra parte, la aplicación de estrategias sobre
seguridad de los productos sanguíneos, en particular las pruebas de detección
de calidad asegurada para toda la sangre y los componentes sanguíneos donados
destinados a transfusión, pueden prevenir la transmisión del virus de la
hepatitis B. En 2013, el 97% de las donaciones mundiales de sangre fueron
sometidas a cribado y tuvieron garantía de la calidad, pero sigue habiendo
deficiencias.
Las prácticas para la seguridad de las inyecciones,
al eliminar inyecciones innecesarias e inseguras, pueden ser eficaces para
proteger contra la transmisión del virus de la hepatitis B. Las inyecciones
realizadas en condiciones no seguras han disminuido del 39% en 2000 al 5% en
2010. Asimismo, adoptar prácticas sexuales más seguras, por ejemplo reducir al
mínimo el número de parejas sexuales y utilizar medidas de protección
(preservativos), protege contra la transmisión.
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